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lunes, 21 de diciembre de 2009

San Miguel de los Santos

 

SAN MIGUEL DE LOS SANTOS. EL GLOBO VOLADOR O EL HUMANO PLENO
El 8 de junio se celebra la fiesta de San Miguel de los Santos, protector de la juventud trinitaria, por lo que os invito a conocerlo.
La mayoría de sus biografías nos lo presentan como ser angelical, un modelo de virtudes y perfección, que desde pequeño ayunaba, se mortificaba, hacía sacrificios. Un ser angelical sin afectos, que rechazaba todo lo humano y toda pasión. Algunos biógrafos lo presentan como un místico “volador”, ya que no controlaba sus impulsos y terminaba levitando por las bóvedas de las Iglesias y capillas donde rezaba, alguna vez incluso en la clase de teología. Para colmo experimentó “el intercambio místico de corazones”, ¡toma ya!, una especie de transplante con el corazón de Jesús. Pareciese que esta historia es más de un “ángel” o de un “globo volador”, que de un humano.
La característica principal de este santo es que se identificó plenamente con Cristo. Jesús, es verdadero Dios y plenamente hombre. En Jesús encontramos la plenitud del ser humano, el amar hasta dar la vida. Por lo tanto Miguel es también modelo de humanidad vivida en plenitud, por ello he entresacado de su biografía, los datos que nos lo presentan como persona que sufre, que lucha, que busca y ama; una persona que encontró el sentido de su vida en Cristo, y lo siguió apasionadamente.
Miguel Argemir, nació en Vic (Barcelona) el 29 de septiembre de 1591, perteneciente a una familia honrada y cristiana. De niño le toca vivir una dura experiencia, pierde a sus padres, y huérfano es entregado a unos tutores. Las experiencias de la infancia marcan la identidad de la persona. Estoy convencido de que esta experiencia de sufrimiento y abandono le hizo identificarse con el dolor de Cristo y encontrar en Dios Trinidad el Padre y la Madre que le faltaba. De hecho el siempre tendrá una gran sensibilidad por los que sufren y por los pobres. Ante el vacío del amor de sus padres encontró el amor de Cristo, que llena y cambia la vida.
Miguel decide responder a este amor entregándose a la Trinidad. Así lo hace y a sus doce años entra de postulante en los Trinitarios Calzados de Barcelona. En aquella época la Iglesia vivía un periodo de reformas para volver a la autenticidad del Evangelio. Miguel quiere responder con la mayor radicalidad, por lo que a pesar de tener que repetir el noviciado, decide pasar a los trinitarios Descalzos, recién fundados, que vivían con gran pobreza y austeridad, como Jesús y las primeras comunidades trinitarias.
Después es enviado a la Solana y Sevilla. Realiza la filosofía en Baeza y la Teología en Salamanca. De nuevo será enviado a Baeza por siete años, donde es Ordenado Sacerdote. Su último destino será Valladolid.
Miguel se entregaba tanto en su oración, en su estudio, en sus trabajos, que le hacen tener fuertes experiencias, de unión con Jesús. Estas experiencias místicas no fueron para él nada agradables, ni en un principio se interpretaron como signos de santidad. Al contrario lo ponen en cuestión y lo envían a Sevilla para que un experto, el P. Mata, averigüe el origen de esos trastornos. Éste constata el bochorno y apuro de Miguel, por no controlar estas situaciones y le diagnostica amor apasionado por Cristo. Ya sabemos que el amor nos hace hacer cosas extrañas.
Pero lo extraordinario no eran los arrebatos místicos, sino como hacía los actos ordinarios de la vida de un fraile: oraba con intensidad, ya que allí se encontraba con quien dio sentido a su vida; tenía un trato dulce y agradable con sus hermanos y feligreses; destacó como confesor y director espiritual; y atendía con gran atención a pobres y enfermos a quienes hacía experimentar ese gran amor que cambia la vida.
Como hombre, vivió momentos de dificultad hasta sus últimos días. En 1622 es nombrado ministro (superior) de Valladolid. El “santito” parecía incapaz de afrontar el gobierno de la comunidad de la capital castellana, sin embargo sorprende a todos. Su forma de tomar decisiones y corregir a los hermanos es modélica, ya que estaba llena de dulzura y prudencia, o sea gran calidad humana para aplicar las normas. Al mismo tiempo la comunidad vivió en gran austeridad y afrontaron con ánimo y confianza las dificultades. Su última prueba fue la enfermedad que le provocó la muerte. Las fiebres tifoideas le hicieron sufrir gravemente, él las afronto confiado en quien amaba y nunca falla. Tras nueve días, a los treinta y tres años, el 10 de abril de 1625 se encontró definitivamente con su amado.
Las biografías del santo nos hablan del “intercambio místico de corazones”, una gracia que han experimentado pocos santos, para entendernos sería una identificación tal con Jesús, hasta el punto de amar como Jesús amó, con su corazón. Tanto se identificó que hasta murió a la misma edad de Cristo.
Nuestro hombre, fue canonizado por Pio IX el 8 de junio de 1862, de ahí la fecha de su fiesta, y sus restos descansan en el Templo de San Nicolás en Valladolid. Escribió un breve “Tratado de la Tranquilidad del alma” y no destacó ni por ser gran escritor, ni predicador, ni profesor, ni redentor, ni misionero. Destacó por buscar sentido a su vida ante la adversidad y encontrarlo en Jesús; destacó por dejarse amar por Él y seguirlo hasta experimentar su amor en su corazón. Y tú ¿te dejas amar?

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